CÓMO NOS UNEN LOS CUENTOS
Los cuentos nos han vuelto a sorprender. Mira que llevamos años contando cuentos a todo tipo de público y en situaciones que, a veces, dan risa, pero contando se hace camino.
El pasado día 2 de mayo de 2020 hicimos la primera sesión de cuentos online, en directo. «Cuentos al amor de la wifi», le pusimos. Y fue una sorpresa, lo que pensábamos que iba a ser una transmisión un poco precaria de un remedo de programa televisivo, se convirtió en un animado encuentro entre personas de varios continentes. Un chat y unas pocas líneas, bastaron y sobraron para que se estableciera un ambiente de comunidad como solo pasa en la puerta del teatro antes de entrar —bueno ni eso, que allí nadie habla con extraños, aquí sí—. Si algo nos ha dejado con un buen sabor de boca ha sido el ambiente desenfadado y jovial que se respiraba ya antes de comenzar. Y fueron los cuentos los que silbaron para que acudiera quien quisiera. Antes se contaban al amor de la lumbre y la gente, llamada por un reclamo invisible y mágico, comparecía para unir este mundo con el otro, esta realidad con la otra, la de la fantasía y la imaginación, más real que la que vivimos, si cabe. Ahora el fuego no se ha apagado —si no apagas la wifi, claro—, curiosa metáfora del fuego de los dioses que arde sin cesar. Y allí se conjuraron grandes y pequeños —mira la tierna imagen de César Gómez que con 91 años no se perdía detalle— para disfrutar de la envergadura sencilla de los cuentos. Desde los 3 años escasos hasta los 91 de César, todo un arco de vida unidos por una misma razón: los cuentos.
Cuando escuchamos un cuento se activa algo atávico, antiguo, una memoria guardada dios sabe donde que nos conecta de nuevo con nuestra esencia, esa que compartimos con toda la humanidad, y por eso el otro día daba igual si estabas en Argentina, Perú, Marruecos o Japón, los cuentos nos hermanaban con sus símbolos y metáforas tan elaboradas.
Sigamos bendiciendo el encuentro con el otro, o la otra, más allá de la wifi o las circunstancias que nos toquen vivir en cada momento. Es la única verdad que nos deja el cuerpo henchido de humanidad.