El cuento de nuestra vida
Los cuentos son monumentos literarios para la transmisión de conocimiento. Es lo que explica Juan Pedro Romera, responsable de Espacio para Contar y uno de los mayores expertos y formadores en el arte de hablar en público en España. Los cuentos adquieren el carácter de “cuaderno de campo para construirnos como seres completos”, agrega quien ha creado, dentro de su ciclo de talleres de comunicación, el programa “Érase tu vez”, en el que cada persona realiza una inmersión en su biografía para convertirla en un relato con características míticas basado en el modelo de “El viaje del héroe”, de Joseph Campbell.
-¿Qué es el cuento, Juan?
-El cuento que a mí me interesa es una estructura, una escultura, un monumento creado por la humanidad para poder ir marcando una línea de vida, como un cuaderno de campo, para construirnos como seres completos.
-¿Qué importa más?, ¿la estructura o la forma en que contamos nuestros cuentos?
-Las dos cosas porque el cuento es algo más que meras palabras, que una estructura; es una intención, un querer comunicar con los otros desde un nivel muy profundo. Para ello necesitamos el lenguaje, que ha ido evolucionando como el ser humano. Ha pasado de ser un mero sonido gutural a una estructura lingüística muy compleja. Y debajo de ella hay una intención de comunicar con el otro y consigo mismo, que en definitiva es el gran reto porque quizá es la forma más directa de conectar con los demás.
-Podríamos decir que tenemos nuestro propio cuento.
-Tenemos una vida desde que nacemos, y quizá de antes también, y esa vida nos la contamos y la contamos, pero lo curioso es que lo hacemos como un cuento, porque cuando recordamos el pasado y lo narramos, estamos fabulando. Nunca sabremos si eso fue realmente así puesto que la estructura de nuestra psíquica es mítica y lo que hace es adaptar cualquier tipo de recuerdo a la estructura de un cuento.
-¿Es a lo que apunta “Érase tu vez”?
-Exactamente. Partimos de esa necesidad de contar que tiene el ser humano y reinterpretamos el pasado, cambiando la narrativa en sentido de darle la opción de poder traducirla a símbolos, a metáforas, que es un lenguaje que entiende mejor el inconsciente, en realidad el único que entiende. Al hacerlo así, ponemos distancia a determinados problemas, a esas situaciones que nos pueden estar lastrando, creando infelicidad. Y poner esa distancia no quiere decir que nos alejemos de ellos, sino que los expliquemos de otra manera y le contemos a nuestro inconsciente de otra forma cómo son nuestros dolores, que son comprensiones de ciclos, necesidades de comprender que la vida que hemos hecho, sea la que sea, tiene sentido, más allá de buscarle sentido, que sería otra cuestión.
-El objeto sería resignificar la vida, simbolizarla desde otra perspectiva.
-Sí, porque al contarla de otra manera estamos resignificando el sentido que tiene. Por eso son tan importantes los símbolos y metáforas, porque establecen un campo de acción totalmente diferente en el cual podemos transitar perfectamente y no sentirnos tan dañados como con todo aquello que nos pasó, sino que podamos convertirlo en un símbolo y que sea el inconsciente el que maneje esa situación.
-¿Qué recursos utilizas?
-Uno de los fundamentales es el juego. El juego infantil, de niños, porque es la llave que nos abre la puerta para acceder a una información que tenemos y que permitirá hacerlo desde una forma lúdica, con una actitud presente. Los niños cuando juegan lo hacen en un aquí y ahora absoluto, y lo hacen por divertirse y pasarla bien, así aprenden. Es la primera herramienta que utilizamos para acceder a ese mundo de los cuentos. Luego, una serie de dinámicas que supone poder recuperar el lenguaje perdido de la metáfora y el símbolo, para ir acostumbrándonos.
-También empleas recursos del teatro.
-Efectivamente, de alguna forma, en algún momento determinado podemos jugar ciertos roles para trascenderlos y entrar en ese campo en el que se encuentra la creatividad. Y cuando las personas están sumergidas jugando durante un tiempo, prácticamente sin darse cuenta, entran en ese espacio donde están las conexiones con los arquetipos y las metáforas que compartimos con la humanidad, y de ahí surgen los cuentos. En ese punto tomamos la biografía personal que cada uno ha escrito previamente y la vamos transformando en un cuento maravilloso, como un cuento de hadas.
-En todo esto tiene mucho que ver la oratoria, el arte de la comunicación.
-A veces cuando hablamos, cuando intentamos comunicar algo en público, estamos muy sometidos a los estereotipos, al juicio, a cómo nos vemos, cómo pensamos que nos ven los demás, por eso tiene sentido el hecho de contar el cuento, aparte de escribirlo, porque son códigos diferentes. Las herramientas que rescatamos de la oratoria, muchas de ellas también provenientes del mundo del teatro, son útiles para quitarse la máscara con que todos nos movemos y podamos expresar sincera, directamente, nuestro cuento de un modo muy intuitivo. Es curioso que al escribir el cuento aparece una forma determinada de expresarse, pero al narrarlo, improvisando, surgen otras cosas muy interesantes que el código oral trae del inconsciente, inesperadamente.
-Seguramente la expresión corporal también entra en juego.
-Sí, el concepto que tengo de oratoria, de hablar en público, parte del cuerpo. Es fundamental para la expresión, hablar en público no se hace del cuello para arriba. Se utiliza integralmente todo el movimiento, y con ese fin también hacemos dinámicas, juegos, probamos con muchas cosas para que cada uno se exprese naturalmente. No quiere decir que todos tengan que dar saltos o hacer cosas que no quieren, porque cada uno tiene su carácter, hay extrovertidos e introvertidos. Lo que buscamos es que cada uno pueda contar, hablar con su cuerpo, con su voz, con su mirada, tranquila, cómoda, sanamente, disfrutando.
-Las redes sociales han influido en la forma en que nos contamos cosas.
-En el lenguaje el 80, el 90 por ciento de la comunicación del mensaje es no verbal, y esto en las redes sociales se pierde porque se basan en otra cosa distinta. El Papa, en una reciente entrevista, dijo que estamos conectados pero no comunicados. Es así. Hay un grado de conexión muy grande, cada vez mayor, con una inmediatez absoluta, pero falta comunicación. Una frase dicha a través de WhatsApp se puede entender con un sentido totalmente diferente a que si vemos a la persona a los ojos.
-Es decir que estamos en tiempos de mucha conexión y poca comunicación, de una conexión vacía.
-Conexión de datos, pero no una comunicación de emociones. Estamos conectando datos, no personas. La persona es algo más que datos, es un compendio de emociones, de sensaciones, tantísimas cosas en torno a un ser humano que no es solo los bits que pueda transmitir un ordenador o una red social. Aunque sea una fotografía, no deja de ser un sistema binario, de combinación de unos y ceros.
-Mucho de tu trabajo se sostiene en Joseph Campbell. ¿Sigue vigente su visión sobre el mito?
-Como estructura es muy importante contar con ese trabajo, pero se pueden hacer matizaciones, hay otros elementos que se pueden incorporar. Por ejemplo, Campbell se basaba en los mitos, los analizaba y mostraba cómo los mitos contemporáneos tienen la misma estructura que los antiguos. Pero creo que se puede ir más allá, porque en la revolución femenina que se está dando ahora mismo Campbell no entraba. Hay autoras que, partiendo de él, están viendo más allá para introducir la función de la mujer en los mitos, muy diferente a la de los hombres. Hay que contar con eso también. Campbell hablaba del “Viaje del héroe”, ahora también hay que hablar del “Viaje de la heroína” porque tiene otras características diversas. Incluso podría decir que quizá necesitamos crear mitos contemporáneos más auténticos, en el sentido de que quizá sean con menos imágenes, con menos ritualidad, y con una sensación de estar más cercanos a la expresión humana.
Con los cuentos que escribimos al final del taller, por la repercusión que están teniendo en otros, vemos que se están convirtiendo en mitos contemporáneos, con las distancias que hay que poner porque cada persona transforma sus dolores en un símbolo. Pero el dolor sigue estando ahí, y la forma de sentirlo otra persona sigue siendo la misma, con lo cual estamos cumpliendo la misma función que tenía el mito, que ya ha perdido mucho sentido porque con el paso de los años, a fuerza de repetirlo, suele perder fuerza.
-¿Qué mito contemporáneo podrías mencionar que tenemos a escala global y no nos damos cuenta de su existencia?
-El hecho de que el ser humano en este momento tenga cada vez más necesidad de la trascendencia es el mito a desarrollar de muchas maneras. La trascendencia tiene que ver con la conexión absolutamente infinita que hay entre todas las cosas. Y el gran mito global está ahora en la lucha por el planeta, el cambio climático, y eso tiene que ver con la trascendencia, al darle un concepto espiritual al ser humano. A partir de ahí, crear distintas formas para poder desarrollar ese mito sana y nutritivamente para el ser humano, que ya se están dando.
-¿Qué lección trae, como símbolo, el incendio de la catedral de Notre Dame?
-La conexión del ser humano consigo mismo, en ese concepto de trascendencia que comentaba, es más allá de los objetos, de los símbolos, de los íconos. La catedral es un símbolo a nivel artístico, cultural, con el mayor índice de visitas turísticas en Europa. Por eso cabe preguntar si como símbolo ha perdido su esencia o la sigue manteniendo, o si necesitamos a partir ahora conectar con nosotros, más allá de todo símbolo. Sin despreciar Notre Dame, su gran belleza, para mí se trata de conectar con todo.
-El proyecto Pupa Clown, Payasos de Hospital, del que formaste parte, ¿qué experiencia te dio para tu actual trabajo?
-Para mí, cuando empezamos en 1998, fue un antes y un después. Significó cambiar todos los parámetros, de mirar al ser humano. Llegamos a un hospital pensando que haríamos teatro para niños y nos encontramos con la mirada de niños doloridos, incluso que se morían. Dimos marcha atrás, para poder conocer qué es la muerte, qué es la vida, la enfermedad, ser un niño enfermo. A partir de ahí te das cuenta de que tienes que mirar dentro de ti, donde está tu niño enfermo, maltratado, en las circunstancias que sean. La falta de amor, de empatía en los primeros días puede resultar luego en un niño herido. Los niños hospitalizados no están abandonados, pero tienes que comprender dónde estás tú para acercarte a ellos. Ese fue la primera cosa con que me encontré y lo que supuso iniciar un viaje de autoconocimiento a través de la mirada del niño enfermo y mi propia mirada.
El trabajo en el hospital que hacíamos era intentar que el niño recordara que seguía siendo niño aunque estuviese enfermo, y relativizar a través de la risa y el juego, en lo posible, el hecho de que estaba en el hospital. Y si entraba en fase terminal, intentar también verlo o que lo vieran como parte del proceso de la vida. Me gusta una expresión de un médico paliativo que dice que “hay un nacimiento y hay un morimiento”. Todo forma parte de la vida. A partir de ahí montamos el concepto de Payasos de Hospital, creando un código deontológico. Hace tres años que dejé este trabajo, por un cambio vital.
-Esto forma parte de tu cúmulo de formación y conocimiento que vuelcas en otra fase.
-Me ha enseñado a intentar comprenderme, cómo soy, aceptar mis dolores, dejar que cicatricen y desde esas cicatrices, que permanecen pero no duelen, ayudar a que otros puedan transitar sus dolores de una forma más suave; que encuentren fórmulas, herramientas para poder seguir manteniendo la mirada hacia el horizonte, que es en definitiva lo que sana.
Fuente: Tú Mismo